Hola Carolo, buenos días y enhorabuena por tu fantástico blog, al que deseo el éxito que se merece.
He leído con muchísimo interés tu recordatorio de nuestros primeros pasos en la espeleología. No puedo añadir nada a tu prolija descripción, como siempre plagada de detalles que ya había olvidado y si me lo permites, quisiera hacer algunos comentarios:
El primero, muy personal, se refiere a nuestras motivaciones para hacer la topografía de la cueva: Creo que fue una decisión bastante más compleja de la que tú relatas y que hemos de ver con los ojos del pasado:
Afortunadamente, las anécdotas son lo mejor de nuestra existencia, y nosotros las generábamos a miles: éramos jóvenes, osados e ignorantes ¿Se puede pedir más?
Por poner un ejemplo, seguramente los espeleólogos del GUM, que hicieron un excelente plano de la cueva y el primero con rigor, también podrían hablarnos de sus anécdotas, independientemente de sus motivaciones, que adivino más profundas.
En nuestro caso, sin duda influyó el ridículo que debimos sentir cuando nos perdimos en la cueva delante de las chicas que queríamos impresionar. Bien es verdad que hacía tiempo que llevábamos trabajando en la cueva ayudando a Trino Torres, fundamentalmente en los aspectos puramente prácticos y espeleológicos de sus investigaciones paleontológicas, que era lo máximo a lo que entonces unos atolondrados como nosotros podíamos aspirar. Y el plano del GUM sobre el que nos apoyábamos no tenía el grado de precisión de los detalles que requiere este tipo de trabajos. Solamente nos faltaba atrevernos a la pequeña tarea de emplear algunas horas de nuestro tiempo libre para topografiar la cueva (¿es verdad que fueron casi 3.000 horas?). Y de atrevimiento era de lo único que íbamos sobrados¦
El segundo comentario, más triste, se refiere al destino de la cueva del Reguerillo, que como tantas otras grandes cuevas conocidas en el mundo hoy se encuentran cerradas para preservarlas del vandalismo y de la destructiva curiosidad ignorante. Leyendo los comentarios al link que citas en tu 3ª parte: -lo que opinan los œguías de Madrid sobre el cierre del Reguerillo,- se me cae el alma a los pies y a riesgo de ser etiquetado, junto contigo, dentro de los que œestamos metidos en el ajo, prefiero responderte a ti que a ese foro que se desacredita solo:
Es tremenda la ignorancia con la que se vinculan las decisiones ecológicas (que no ecologistas) a intereses políticos o privados , imaginando que hay una œconfabulación política universal cuyo afán es hacer la puñeta al respetable. Además está de moda desacreditar sin más y porque sí a todo aquel que se oponga a lo que œlos modernos opinan, pasando a ser como mínimo retrógrado, œfascista, intolerante, œestar en el ajo y llevárselo crudo y de ahí para arriba. Naturalmente, de lo que no nos gusta oír o no œse lleva, mejor ni pensar: rescates de accidentados, contaminación de acuíferos, degradación irreversible del patrimonio científico-cultural y agresión inconsciente al medio natural.
Yo me voy a definir, y me declaro partidario de que las cuevas estén accesibles para todo aquel que quiera visitarlas y conocerlas de buena fe. Sin embargo, no es posible dejar de intervenir y controlar el acceso a las cuevas, por al menos tres razones: La amplia disparidad de criterios sobre la œbuena fe, el desmesurado número de visitantes y las consecuencias de la interacción humana en el medio subterráneo, que según las últimas investigaciones en curso se demuestra muy interrelacionado con el resto del medio natural. Además no me parece mal pagar por conservar o por corregir los efectos de las visitas a las cuevas. Otra cosa muy distinta es hacer un negocio de ello buscando una rentabilidad económica que no hará sino agravar el problema, cosa con la que tampoco estoy de acuerdo.
En mi sueño ideal, las cuevas deberían estar abiertas a todas las personas interesadas y a la vez tener limitado el acceso a un número máximo de visitas, con un nivel de conocimientos espeleológicos acorde con el grado de dificultad de la cueva, exigiendo unos mínimos conocimientos certificados al igual que pasa en el buceo con escafandra autónoma. Es decir, que seamos responsables de nuestros actos para lograr que dentro de algunas generaciones podamos seguir teniendo las cuevas en las mismas o mejores condiciones en las que las vemos hoy. Creo que esto es posible sin tener que prohibir completamente el acceso, pero la verdad, aunque soy un ferviente partidario de la bondad del ser humano, en el caso particular de la espeleología, tengo muchas dudas sobre los conocimientos de excursionistas indocumentados, domingueros, turistas de multiaventura -guía incluido, ni tampoco en los de los múltiples organismos que hoy se afanan en controlar el acceso a las cuevas.
Digo que este ideal es un sueño, porque al igual que pasa con tantos otros bienes naturales, las cuevas que hoy visito son una sombra, por no decir una mierda, comparadas con las mismas que conocí hace casi cuarenta años y el Reguerillo es un ejemplo paradigmático. Curiosamente, las cuevas con acceso restringido se conservan mejor. ¿Por qué será? ¿Tenemos derecho a pretender hacer de nuestro interés en verlas la causa de que se degraden?¿No será mejor conocerlas sin visitarlas derivando las visitas masivas a réplicas o centros de interpretación?. ¿Cuánto nos cuesta cada uno de esos periódicos rescates de pardillos y qué mejor uso se podría haber dado a ese dinero?
No sé si al expresar mi opinión públicamente en tu blog me salgo del ámbito que le quieres dar, pero por alusiones y por respeto a la Cueva del Reguerillo tenía que manifestarme.
Un abrazo,
¦Gildo Morell
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Por: Gildo
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